La ludopatía es una enfermedad y quién diga lo contrario no la ha padecido. Es una condición que puede llegar a destrozar familias y vidas enteras. Por eso aquel que reconozca sufrir de ludopatía no puede entrar en los casinos y Silvia Marsó ya ha contado que su padre sufría de esta enfermedad. “No la controlaba” decía, alegando que su padre había arruinado la vida de su familia por sufrir de ludopatía.
La que alguna vez fue famosa junto a Ana Obregón en 'Ana y los siete' se sinceró al respecto recordando también varias partes claves de su vida, comentando sus primeros pasos en el mundo de la actuación y también de su vida como cantante. Habló de todo esto, pero tuvo mucho más en cuenta hablar sobre su padre en las últimas palabras que dijo.
“La ludopatía de mi padre destrozó mi familia. Es una enfermedad terrible que arrasa con todo, con quien la padece y con quienes le rodean. Yo vi sufrir a mi madre, que llegó a padecer una depresión a causa de esto” contaba Silvia Marsó, conteniendo toda esa nube de sentimientos que suelen aparecer cuando se habla de ese tipo de temas.
La ludopatía es algo que debe controlarse en aquellos que la padecen
Se han visto multitud de casos de personas que lo pierden todo solo por su adicción al juego. Algunos llegan a quedarse sin nada viviendo a orillas de la calle debido a esta adicción. Los estímulos que recibe el cerebro por la “recompensa” hace que las pérdidas no valgan casi nada, así lo que hayas ganado no haya sido la gran cosa. Es por eso que la ludopatía es un tema bastante complicado y que a día de hoy se trata de forma profesional y médica, aunque en la época de Silvia Marsó no era así.
En aquella época en la que aún era una niña, la ludopatía no era tratada por psicólogos como se hace hoy en día. La ludopatía se considera una enfermedad psicológica, aunque ha tardado para que se pueda ver como lo que es: una adicción. Esta misma adicción era la que sufría el padre de Silvia Marsó y, según sus palabras, su padre le arruinó la vida a ella y a su familia.
Su madre sufrió de depresión por esto, algo que en aquel entonces tampoco tenía tratamiento. A raíz de todas las pérdidas y actitudes de su padre, la actriz tuvo que empezar a trabajar desde muy temprano, con apenas 16 años. Quería salir adelante, además de que necesitaba el dinero. Hoy en día le da las gracias a todo lo que aprendió en aquella época, pero no deja de recordar lo que vivió en su momento con su madre y, aunque llegó a salir en Ana y los siete, es un hecho de que ni esa popularidad le han servido para curar las heridas del pasado, aunque hoy en día está muy centrada en su hijo y en su carrera como actriz de teatro.