El pasar mucho tiempo con una persona hace inevitable el que “algo” se te quede, y en una relación esto es bastante común, gustos, costumbres, hábitos, y un largo etcétera, lo que quizá no esperaba Mario Vargas Llosa, es que terminaría pasando por un par de tratamientos que él mismo rechaza, como podrían ser el uso de cremas, manicure o pedicure.
Durante su relación, el escritor peruano se mudó a Puerta de Hierro y tenía una rutina diaria bastante puntual e inalterable, su día empezaba con él despertándose para escribir, entre las 5 y las 7 de la mañana, en aquel entonces la biblioteca de Isabel Preysler se convirtió en un lugar sagrado para él, uno al cual iba a buscar inspiración, luego de trabajar el cerebro, era momento de hacer lo propio con el cuerpo, por lo que el escritor se ponía su “buzo”, y salía a caminar por los alrededores, al volver a su hogar estaba la cocinera esperándole con el desayuno listo, el cual constaba de café con leche, muesli con leche y miel, zumo de naranja fresco, y lo que no podía faltar en la mesa del escritor, la papaya, su fruta favorita.
Mario Vargas Llosa encontró una aliada en la peluquera de Isabel Preysler
El autor reniega de cremas y similares, pero durante su estadía en Villa Preysler, las usaba a diario, por ejemplo, antes de ir a la cama, sabemos que no ocupaba perfumes por ser alérgico, pero se llenaba bien el cuerpo de cremas de pies a cabeza, ni hablar del cuidado de su cabello, y es aquí donde entra a juego la peluquera de la reina de corazones, al escritor se le preparaba un champú exclusivo para él, al igual que su propio fijador, el cual le deja un cabello cuidado y perfectamente estético, curiosamente, el propio autor, así como los jóvenes que critica en sus escritos, se ha convertido en un esclavo de la imagen.
Alguna vez, la pareja tenía una rutina juntos
Una vez ocurre la separación ambas partes pueden llegar a alejarse muchísimo, como ha ocurrido en este caso, que Isabel Preysler y Mario Vargas Llosa no pueden ni verse, pero si recordamos el pasado, allí hubo una pareja que vivía, hasta cierto punto, en armonía, con todo y sus manías, el primero era el escritor, que todas las noches tenía una ceremonia para dormir bastante curiosa, primero pedía a su pareja que lo arropara y le diera un beso de buenas noches, pero la cosa no terminaba ahí, pues el escritor tenía que estar en contacto físico constante con Isabel Preysler para “poder espantar a los demonios que le perseguían”, pero si nos apegamos a los escritos de Vargas Llosa, su protagonista, el cual abandonó a Carmencita por otra mujer, al meterse en la cama, seguía añorando a esa mujer que había dejado, que si proyectamos esto a la vida del escritor, no cuesta mucho sumar dos y dos.