El año pasado, Isabel Preysler sorprendió al confirmar su separación de Mario Vargas Llosa. Ambos decidieron terminar su relación de ocho años de mutuo acuerdo. Aunque parecían ser una pareja ideal, había diferencias significativas que no podían superar. Desde octubre, tuvieron fuertes discusiones y pasaron algunas semanas sin convivir. El escritor se mudó a su apartamento en el centro de Madrid.
Mario Vargas Llosa estaba cansado de ser constantemente objeto de la atención mediática. Siempre había cámaras detrás de Isabel y Tamara Falcó. Les faltaba privacidad, pero ellas se involucraban en el juego por conveniencia, ya que vivían de eso, y él no tenía más opción que aceptarlo. Él prefería mantenerse tranquilo en su estudio, dedicado a su pasión por la escritura. Además, no estaba de acuerdo con los procedimientos estéticos a los que ambas se sometían. La artificialidad de la situación le resultaba agotadora.
Mario Vargas Llosa no podía mantener relaciones íntimas con Isabel Preysler
En los meses recientes, Mario Vargas Llosa expresó su hartazgo con respecto a Isabel Preysler, admitiendo que se había equivocado al apostar por ella. Se dio cuenta de que su interés inicial fue superficial, más basado en la atracción física que en una conexión emocional genuina. Incluso dejó a su esposa de 50 años de matrimonio por ella, influenciado por la atención que recibió tras ganar el Premio Nobel. Ahora se arrepentía de esa decisión.
En su narración "Los vientos", Mario Vargas Llosa sugiere que en su última relación tuvo que recurrir a la ayuda de medicamentos para mantener relaciones sexuales. Reconoce que su enamoramiento fue más físico que emocional, describiéndolo como una atracción superficial. Además, reflexiona sobre el envejecimiento y la sexualidad en la vejez, admitiendo que él mismo ha tenido dificultades en ese aspecto.