Juan Carlos I ya ha vivido su vida. Actualmente el emérito está en la discusión de si pasará sus últimos días en España o no, su estado de salud presiona para que se le permita la estadía en el país a su voluntad pero aun así se nota difícil que Juan Carlos I acepte algo que no sea residir en Zarzuela, mismo motivo por el cual no se habría mudado a otro domicilio en Galicia o zonas frecuentadas en las visitas del emérito, como se pensaba que podría pasar.
Pero sin importar a lo que se llegue en este tema, Juan Carlos I tiene la vida hecha. Su imagen ha sido inmortalizada y sus anécdotas se contarán en España y el mundo. El padre de Felipe VI aún conserva fieles en el país, pero bien es cierto que la imagen del anterior rey es bastante difícil de defender o enaltecer teniendo en cuenta sus trapos sucios, como sus negocios de los cuales obtenía fondos turbios que comparte con su familia, o su inacabable lista de amantes, no solo por el constante adulterio que cometía Juan Carlos I, sino por todo el trabajo que había detrás para que el entonces rey pudiese tener en su cama a la mujer que quisiera en tiempo record.
Las mujeres favoritas de Juan Carlos I ni siquiera eran de España, importación de mujeres del Este
No es un secreto para nadie que Juan Carlos I era y es un amante de líbido inagotable. El padre de Felipe VI causó muchos problemas décadas atrás por esto mismo. Durante la época de Franco este lo tenía completamente monitorizado, incluso el servicio secreto estableció “picaderos” para que fuese más fácil controlar a Juan Carlos I, pues aunque era imposible que dejara de liarse con mujeres que no fueran su esposa, era posible limitar los lugares en los que sucedían sus encuentros. Eso sí, no era para nada barato.
Mucho del desagrado y desaprobación que existió y existe hacia Juan Carlos I se debe a las enormes cantidades de dinero que se movían solo para que el emérito pudiera saciar su líbido, ya que era toda una operación super secreta, pues no solo se cuentan por miles las mujeres con las que se acostó el padre de Felipe VI, sino que además la mayoría de esas mujeres ni siquiera son de España.
Juan Carlos I tenía sus preferencias en cuanto a mujeres bien definidas, y así eran las mujeres que se contrataban para el disfrute del entonces rey, prostitutas de las más altas esferas y que generalmente eran traídas del este de Europa, una de las “fuentes” favoritas de mujeres del emérito, pero todo eso se traducía en dinero que Zarzuela debía pagar para que Juan Carlos I tuviera una mujer siempre que quisiese, transacciones que se realizaban con dinero público y sin ningún cuidado por las cantidades, pues además de que al emérito le gustaban las mujeres exóticas, muchas veces se encariñaba y terminaba gastando aún más dinero en ellas.