La publicación de "King Corp. El imperio nunca contado de Juan Carlos I" (Libros del K.O.) ha desencadenado una tormenta en la Casa Real española. Este revelador libro, producto de la investigación de los periodistas José María Olmo y David Fernández, analiza no solo los escándalos financieros que rodearon al rey emérito Juan Carlos I, sino también la posible participación de la reina Sofía en este enigmático entramado. Por primera vez en la historia de España, un rey se vio amenazado con enfrentar un juicio debido a asuntos financieros y legales de gran envergadura.
Según José María Olmo, Juan Carlos I necesitaba crear una vida económica paralela para poder financiar su vida sentimental secreta. Este estilo de vida requería importantes sumas de dinero para agasajar a sus amantes con regalos lujosos, joyas, viajes y cenas en restaurantes de alta categoría. “Esa pulsión sentimental suya exigía la existencia de una forma alternativa de financiación, por decirlo de forma elegante. Ahí entra una estructura muy compleja de testaferros, cuentas opacas y sociedades 'offshore' que le permitían alimentar continuamente ese sistema con dinero de procedencia irregular”, indicó Olmo.
La reina Sofía: ¿cómplice o inocente?
Ahora bien, la pregunta que muchos se hacen es si la reina Sofía tuvo algún papel relevante en los asuntos financieros de su esposo. Según el libro, los reyes solían retirar importantes cantidades de dinero en efectivo de Suiza justo antes de Navidad, una práctica que, según se afirma, estaba destinada a permitir que toda la Familia Real recibiera y entregara regalos durante las festividades. Incluso, Olmo afirma que “la propia reina Sofía estuvo utilizando dinero procedente del empresario mexicano Allen Sanginés-Krause para pagar vuelos al extranjero que gestionó Viajes El Corte Inglés”.
Sin embargo, a diferencia de Juan Carlos I, la madre de Felipe VI nunca mostró la misma obsesión por el dinero ni llevó una vida paralela. “Su único objetivo era viajar a Viena, Berlín o Londres junto a su hermana Irene y su primo hermano Miguel I de Rumanía, a veces en vuelos comerciales, para poder hacer compras de forma tranquila en establecimientos y centros comerciales que son más o menos accesibles para la clase media, asistir a conciertos de música clásica y acudir a exposiciones en museos”. Esta actitud contrasta de manera significativa con la de su esposo, quien se vio involucrado en una compleja red de asuntos financieros opacos y casos de corrupción. Claro, eso no quita el hecho de que la reina emérita haya sido cómplice de la vida paralela de Juan Carlos I.
El dilema de la reina Sofía
A pesar de haber considerado la posibilidad de divorciarse en algún momento, tras descubrir las numerosas infidelidades de su esposo, Sofía desechó esa idea cuando se enteró de que, en caso de separación, tendría que devolver la dote recibida de los griegos. Para ella, mantener su estatus como reina y preservar el apellido de su familia era una prioridad. De acuerdo con José María Olmo, la emérita “Sabía que un divorcio podía suponer el final de esa especie de privilegio, y ella no se podía permitir ese lujo. Al convertirse en jefa del Estado, pasó también a ser el sustento económico e institucional de todos sus familiares”.