Aunque la reina Sofía se casó con Juan Carlos I no estando enamorada, supo desde el primer momento que tendría que responder a su papel de consorte de la monarquía española como se esperaba de ella. Y que suya era buena parte de la responsabilidad de la buena imagen de la casa real. Más que eso, teniendo en cuenta que el emérito no ha sido precisamente el ejemplo de buena conducta y valores.
Es por eso que, durante los 38 años que ha ejercido de esposa del Jefe de Estado ha mantenido una imagen firme y ejemplar cuando le ha tocado dar la cara en público. Sofía siempre ha querido pasar a la historia como una de las mejores reinas y, a pesar de algunos detalles, ha conseguido mucho reconocimiento en la sociedad española.
La auto exigencia siempre ha sido una de las máximas de la reina Sofía
Para lograrlo, la auto exigencia ha sido una de las claves. Sofía nunca ha dejado ningún detalle al azar no ha dejado que la dejasen en evidencia. Todo lo contrario que ha ocurrido con su marido. De hecho, ha tenido que trabajar el doble debido a las actitudes de Juan Carlos. Y no se puede negar que ha hecho un buen trabajo. Aunque es cierto que en los últimos años no ha conseguido mantener la buena imagen del emérito, sí ha logrado mantenerla durante décadas. Y estamos seguros de que no ha sido nada fácil.
Pero la exigencia consigo misma no ha sido la única clave para conseguir el respeto cosechado. También ha tenido que ver la exigencia que ha tenido con las personas que le rodean. Tal y como señalaba Pilar Eyre en uno de sus artículos, “personas de confianza capaces de soportar la presión de su trato implacable”.
Con una mirada tenía suficiente
En este sentido, apuntaba Eyre que la reina Sofía ha sido muy rígida con el servicio en su día a día. “Es inflexible con el servicio” y “no se deja aconsejar”. Aunque también asegura que “nunca protesta”.
Existen varios ejemplos que demuestran que Sofía es una mujer de carácter. Por ejemplo, una tan simple como la que contaba una persona que había formado parte del equipo de peluquería de la casa real durante los primeros años de Sofía como consorte: “Si le dabas un tirón sin querer, no te decía nada, pero la mirada… buf, la mirada…”, reveló. Una mirada que todavía hoy en día le producía “un estremecimiento”, al recordarla.