Entre 2013 y 2015, los medios se vieron inundados de rumores acerca de la crisis matrimonial entre Felipe VI y Letizia. Este período turbulento coincidió con el estallido del caso Nóos, centrado principalmente en Iñaki Urdangarin y la infanta Cristina. Ante esta situación, Felipe y Letizia se vieron forzados a presionar a Juan Carlos para que abdicara, asumiendo así el control de la Casa Real con el objetivo de corregir los errores del pasado. Durante este periodo, la reina prefirió pasar tiempo con amistades y era vista con frecuencia en Barcelona, mostrando poca asistencia conjunta a eventos oficiales con su esposo. Además, optó por evitar las vacaciones en Marivent. Esto desató especulaciones en los medios sobre la posibilidad inminente de un divorcio.
Letizia era plenamente consciente de que un divorcio de Felipe VI implicaría perderlo todo: su estatus como miembro destacado de la realeza, su influencia en la escena internacional y, lo más importante, la custodia de sus dos hijas, Leonor y Sofía, quienes quedarían bajo la tutela de Felipe en Zarzuela. A pesar de que se ha hablado mucho sobre la influencia de los asesores del monarca en la persuasión de la reina para reconsiderar su decisión, fuentes cercanas al Palacio aseguran que el papel de Paloma Rocasolano, madre de Letizia, tuvo un peso significativo en la preservación del matrimonio de su hija con el rey.
La madre que conocía todo: apoyo y encubrimiento por parte de Paloma Rocasolano
Paloma Rocasolano estaba al tanto de cada detalle en el matrimonio de Letizia y Felipe. Conocía la infelicidad que su hija experimentaba en La Zarzuela, debido a los constantes desaires por parte de los Borbones. Además, era consciente de los presuntos planes del emérito para conspirar en contra de su nuera, desviando la atención hacia supuestos problemas alimenticios, mientras intentaba lavar su imagen tras el escándalo del caso Nóos y el encarcelamiento de Iñaki Urdangarin. En este contexto, se dice que Paloma Rocasolano asistía discretamente a Letizia para que escapara del Palacio y se fuera de viaje con amistades, o al menos eso era lo que deseaban que se creyera.
Y es que, en una serie de tuits ya eliminados, Jaime del Burgo, ex esposo de Telma Ortiz, desató una tormenta mediática al afirmar que mantuvo una relación con Letizia entre 2010 y 2011. Curiosamente, fue durante esos años que la relación entre Felipe y Letizia empezó a enfriarse, y ella comenzó a ausentarse de La Zarzuela con la ayuda de su madre. Aunque no se ha confirmado si esos viajes estaban destinados a encuentros con su supuesto amante o con alguien más, lo cierto es que Rocasolano actuaba como la aliada principal de su hija, proporcionándole una cobertura discreta en estos períodos de ausencia.
Las lágrimas como último recurso
Sin embargo, al percatarse de que el matrimonio de su hija con Felipe pendía de un hilo, Paloma Rocasolano tomó una decisión drástica: intervino para calmar la furia del hijo de Juan Carlos I, quien estaba decidido a divorciarse de Letizia ante las sospechas que rondaban las constantes ausencias de su esposa. Con lágrimas en los ojos, suplicó al rey que perdonara a su hija, pensando en sus dos nietas, aún pequeñas en aquel entonces, y también apeló a la imagen de la institución, ya afectada por los repetidos escándalos de infidelidad protagonizados por Juan Carlos I. Finalmente, Felipe VI cedió ante esta súplica.