Muy fuerte fue la batalla de Felipe VI para lograr que sus padres aceptaran a regañadientes que se pudiese casar con quien ahora es la reina consorte. Letizia nunca fue objeto de la devoción de los eméritos y con total seguridad se podría decir que nunca lo será. Fueron varios los detalles que desconocían Juan Carlos I y Sofía de Grecia cuando su hijo se casó con la mujer de sus sueños, y aún así tanto ella como su familia ya les parecían la antítesis de lo que debería existir en la corona.
Juan Carlos I es tan mujeriego como ambicioso, esto último lo ha llevado a amasar la riqueza casi incalculable que ostenta a día de hoy y que algún día heredarán sus hijas (porque Felipe VI no verá un duro). Por esta forma de ser del emérito este espera lo mismo de aquellos a su alrededor, y es por eso que cuando investigó a la familia de la pareja de su hijo probablemente se llevó las manos a la cabeza.
Nieta de un taxista, de paso republicano
La corriente republicana coquetea con los Ortiz Rocasolano desde siempre. Se dice que la propia Letizia era republicana antes de conocer a Felipe VI pero al hacerlo cambió inmediatamente. También sabemos a ciencia cierta que la tía de Letizia, hermana de Jesús Ortiz, es republicana y principalmente por ella la familia se ha metido en aprietos más de una vez. Pero no solo era la ideología del abuelo Paco lo que desagradaba a Juan Carlos I, sino su profesión y procedencia. No tenía ni una gota de sangre real, por lo que tampoco la tenía su nieta, algo que hizo que Juan Carlos I agitara la cabeza de lado a lado apenas saberlo.
Pero esto solo habla del abuelo de Letizia. Sus padres eran una historia con final similar en lo que respecta a la opinión del emérito. En el caso de Paloma Rocasolano curiosamente sus conclusiones se entrelazan con las de Sofía de Grecia, quien a estas alturas ya debe estar relativamente acostumbrada al actuar de Paloma Rocasolano, pero no hace que deje de desaprobarlo.
La madre de Letizia era para Juan Carlos I una mujer promedio, sin modales y con una educación demasiado justa, lo cual tampoco agradó en absoluto, pero al menos con Jesús Ortiz el desenlace era ligeramente distinto.
Un buen hombre, pero nada ambicioso
Podría decirse que al menos Letizia tenía esa aura ambiciosa que la caracteriza, es ineludible en la mayoría de los casos y quizá al menos en eso podía entenderla Juan Carlos I, pero no era el caso con Jesús Ortiz, quien según el emérito era un buen hombre, pero carecía de “eso” que el padre de Felipe VI tenía para dar y regalar: su ambición. En resumen, pocos motivos tenía Juan Carlos I para dar permiso a su hijo de casarse con Letizia, y de seguro ha de ser una decisión que el emérito se criticará toda su vida.