El mundo de la realeza es complejo y lleno de rivalidades, pero también existe un pacto entre los royals para proteger la imagen de las monarquías internacionales. Sin embargo, este pacto se vio sacudido recientemente cuando el rey emérito Juan Carlos I decidió llamar a Alberto de Mónaco con una petición que ha generado un gran incendio mediático en el Principado. El objetivo era claro: persuadir a Alberto y a su esposa Charlene de Mónaco para que cortaran todo vínculo con una figura que se ha convertido en una conocida enemiga de la Corona española.
Se trata de Corinna Larsen, una empresaria alemana que ha estado envuelta en una serie interminable de polémicas relacionadas con su romance con Juan Carlos I y su posterior demanda por acoso al rey emérito. Antes de que estallara el vergonzoso incidente en Botsuana, donde Juan Carlos I se fracturó la cadera durante una cacería de elefantes, y que hizo salir a la luz el affaire entre el emérito y la alemana, Larsen mantenía una estrecha relación con la familia Grimaldi, especialmente con el príncipe Alberto y Charlene de Mónaco.
La amistad entre Alberto de Mónaco y Corinna Larsen
Y es que, Corinna Larsen se había refugiado en Mónaco en busca de paz tras los escándalos, y su lujoso dúplex en el exclusivo edificio de Le Montaigne, en la avenida Princesa Grace, le permitía mantener su estilo de vida. Sin embargo, para mantener su estatus, la empresaria llegó a un acuerdo con su gran amigo Alberto de Mónaco para asesorar a Charlene, quien aún se había adaptado a su nuevo papel en la realeza monegasca.
El vínculo entre Alberto y Corinna se remonta a los años 80, cuando se conocieron en uno de los "Bailes de la Rosa", organizado por Carolina de Mónaco. A lo largo de los años, su amistad se consolidó, e incluso Corinna acompañó al soberano monegasco en una cena en el Palacio de El Pardo en España. Sin embargo, la relación de amistad entre ellos no fue bien recibida por los Borbones, quienes declinaron asistir a la boda de Alberto y Charlene para evitar cualquier encuentro incómodo con la amante más famosa de Juan Carlos I.
El final de una amistad y el triunfo de los deseos de Juan Carlos I
No obstante, la influencia del padre de Felipe VI hizo mella en la relación entre Charlene y Corinna. La princesa monegasca confiaba en la empresaria alemana y la consideraba una amiga fiel. Sin embargo, todo se derrumbó cuando se filtraron grabaciones en las que Corinna revelaba detalles comprometedores sobre el Principado. Acusaba a Mónaco de ser un paraíso fiscal para la Familia Real española. Me usó como testaferro, (para ocultar patrimonio y propiedades en el extranjero) no porque me quisiera, sino porque soy residente de Mónaco”, indicó Larsen.
Ante esta serie de revelaciones, Alberto de Mónaco decidió romper cualquier vínculo con Corinna. Incluso su esposa Charlene se alejó de ella para preservar la reputación del Principado. La mujer que una vez fue considerada una amiga y confidente se convirtió en un problema que debía ser erradicado de los círculos aristocráticos. Juan Carlos I logró su cometido al mantener a Corinna Larsen lejos de cualquier esfera de influencia real.