Sin ningún tipo de dudas, la figura de Juan Carlos I ha sido una de las más importantes dentro de la historia de la monarquía española, entre otras cosas porque ha pasado de ser uno de los reyes más queridos por su pueblo a ser uno de los más polémicos.
Y es que, como bien saben, y como bien lamentan, en Zarzuela, en los últimos años han aparecido numerosas informaciones que han puesto en el punto de mira al emérito, sobre todo en lo que a sus relaciones amorosas se refiere.
Sin embargo, cabe tener en cuenta que en los últimos tiempos han sido también muchas las informaciones que han aparecido hablando de muchas gestiones que ha hecho durante buena parte de su vida el padre Felipe VI que lo han convertido en un hombre muy rico de una forma que no es que sea precisamente lo más legal del mundo.
La estafa de los 20 millones de euros a Juan Carlos I
En este sentido, ha sido el libro King Corp. El imperio nunca contado de Juan Carlos I, una investigación de los periodistas José María Olmo y David Fernández el que ha dejado al descubierto varios de los movimientos del emérito en este sentido.
Uno de ellos no deja de ser curioso, entre otras cosas porque en este caso fue Juan Carlos I el perjudicado. Y es que, como relatan los autores en este libro, una de las personas de confianza del padre de Juan Carlos I le ‘estafó’ ni más ni menos que 20 millones de euros.
“En una de sus habituales con Sanginés-Krause, el rey pregunta por la evolución de los 20 millones de euros que le ha confiado”, apuntan los autores, para seguir relatando que “La respuesta de Sanginés-Krause provoca estupor a Juan Carlos I. El inversor mexicano le cuenta que la inversión ha sido un desastre. El dinero se ha esfumado y no puede hacer nada para recuperarlo. No hay forma de deshacer la inversión y reintegrarle los fondos”.
Y siguen: “Aquella situación desconcierta a Juan Carlos I. Tiene la sensación de estar recorriendo un camino por el que no ha transitado antes. Nadie se hubiera atrevido en el pasado a engañarle de una forma tan burda e interpreta el episodio como el signo irreversible de su decadencia, como la grieta que amenaza la estabilidad de un coloso”.