La sombra de su padre, Juan Carlos I, el emérito, es alargada. Con casi medio siglo en la escena real, ha sido objeto de controversias, tanto amor como odio. Aunque ahora hablemos más de Felipe y de las polémicas actuales, Juan Carlos I sigue siendo una figura que no deja a nadie indiferente.
Aunque se rumorea sobre los posibles regresos del emérito a España, no solo para eventos familiares, sino de manera definitiva, parece que su pensamiento no está centrado en la muerte ni en los asuntos reales. Más bien, Juan Carlos I parece tener costumbres más propias de alguien mucho más joven. Por ejemplo, del pelo.
El pelo siempre ha sido una de las obsesiones de Juan Carlos I
La calvicie acechaba al entonces príncipe Juan Carlos, y no estaba dispuesto a aceptarla de buen grado. Para evitar cualquier comentario innecesario, encargaba peluquines en Barcelona. Parece que, para él, tener una melena era tan importante como su posición real. Y no solo se preocupaba por la cabeza. Ahí es donde comienza la historia.
Resulta que el emérito, contradictoriamente, quería tener pelo en la cabeza pero no en otra parte de su cuerpo. Le preocupaban especialmente sus cejas. Que le llamaran "Juan Carlos I el Uniceja" le traía de cabeza. Entonces, con pinzas y otras técnicas, se deshizo de cualquier indicio de unión entre sus cejas, dejándolas impecables. Pilar Eyre, una experta en la familia real, recuerda con detalle esa preocupación del emérito.
Juan Carlos I solo quería pelo en la cabeza
Según Eyre, la imagen de la familia real en los días posteriores a la muerte de Franco, hace casi 48 años, muestra a un Juan Carlos I más joven, aún no depilado entre ceja y ceja. La obsesión por evitar el apodo de "Uniceja" era tal que no dejó rastro de vello entre sus cejas.
Una anécdota que revela un lado más personal y vanidoso del emérito. Y es que su obsesión por no tener pelo no se limitaba a las cejas. Cuentan que Juan Carlos I se ha gastado miles de euros en eliminar el vello de su cuerpo. Espalda, pecho, piernas e incluso ingles, el emérito no quería ver ni un pelo en ninguna parte de su cuerpo que no fuera la cabeza.