Mucho se ha hablado sobre la infanta Elena y su fallido matrimonio con Jaime de Marichalar, movido enteramente por un interés notable del banquero por formar parte de la familia real, y lo consiguió, la primera boda real española en casi 100 años se celebró con bombos y platillos, pero todo llegó a su amargo final, y la infanta siguió con su vida.
La infanta Elena no se aleja de sus bases religiosas
En el año 2020, tuvimos un artículo por parte de Pilar Eyre en el medio “Lecturas”, el cual globaliza bastante bien la situación de la infanta Elena, una buena madre, mientras que sus hijos, Victoria Federica y Froilán, son cada vez más objetivo de la prensa por sus comportamientos.
Parte de lo que redactaba Pilar Eyre hablaba de la inclinación religiosa de la infanta, la cual le prohibe visitar la cama con otro hombre: "Delante de los ojos de Dios, Elena esté casada con Jaime, lo que le impide, dado su acendrado catolicismo, tener relacionas con otro hombre. Profundamente religiosa, no se identifica con la extravagante espiritualidad de su madre. Con Sofía nunca ha sentido afinidad, la reina ha sido siempre muy fría cono sus hijas. Elena está incondicionalmente al lado de su padre, haga lo que haga".
Pilar no solo tenía palabras para la infanta, sino que también tenía para repartirle a su esposo Jaime de Marichalar, el cuál antes, durante y después de su matrimonio, sigue más al pendiente del coste del traje que lleva puesto que otra cosa:
"Al pobre Jaime de Marichalar nunca lo tragaron en la familia. Una mañana en el Club de Polo de Barcelona casi no había nadie, y la familia real al completo, excepto Sofía, arropaba a Elena que participaba en un concurso hípico. Marichalar se mantenía al margen, sentado lejos, con expresión huraña. Mientras todos iban de sport, él llevaba un abrigo entallado, traje impecable, enorme bufanda y sus inseparables cascos”.
Desde pequeña siempre se ha criticado a la infanta, según Pilar Eyre es “el patito feo”
No todas las palabras dirigidas hacia la infanta Elena son precisamente amables, quizá un poco despectivas, pues desde su infancia al parecer fue discriminada por tener un poco más de dificultades para los estudios o con sus vestimentas, que eran muchas veces heredadas de su madre: "La pobre Elena, el patito feo de la familia, la torpe, la que siempre iba atrasada en el colegio, a la que tienen que poner profesores particulares hasta que al final la llevan a un centro menos exigente. En su adolescencia tuvo que acudir a una psicóloga argentina y la acompañaba el jefe de la Casa, Sabino Fernández Campo, porque nadie se ocupaba mucho de ella. Heredaba los trajes de su madre casi sin retoques, y presentaba un aspecto tan ñoño que el propio padre le comentaba con preocupación a su mujer: “Oye, por qué no la vistes de otra manera, ¡no la vamos a casar nunca!”.