La reciente reunión entre la infanta Cristina e Iñaki Urdangarin en un partido de balonmano de su hijo ha sido objeto de gran atención mediática. Los gestos cariñosos y el beso en la mejilla entre ambos ex cónyuges han sorprendido a muchos. Sin embargo, esta cordialidad contrasta notoriamente con la relación que mantuvo la infanta Elena con su ex esposo, Jaime de Marichalar, tras su separación, que se caracterizó por su frialdad y distancia. Y es que, a lo largo de su matrimonio, rara vez se les vio compartiendo momentos de cariño o afecto públicamente.
Elena y Jaime, al igual que en otros aspectos de su vida, tenían gustos y estilos de vida radicalmente opuestos. Mientras que él era un apasionado de la moda, el protocolo y los rituales de la elegancia, ella encontraba su pasión en el deporte. Estas diferencias se reflejaron también en su vida íntima, donde no lograban establecer una conexión sólida.
Según se rumorea, la infanta Elena se sentía incómoda con los deseos y preferencias de Jaime en la cama, ya que ella tenía una visión más tradicional de las relaciones íntimas, mientras que él buscaba experimentar y diversificar. Para la primogénita de Juan Carlos I, las relaciones conyugales tenían principalmente el propósito de concebir hijos, siguiendo el ejemplo de su propia madre, la reina Sofía. Finalmente, la pareja tuvo dos hijos, Froilán y Victoria Federica, pero esto no logró fortalecer su relación. Sin embargo, esta discordancia de expectativas amorosas llevó a un distanciamiento gradual en su relación, tanto emocional como físicamente.
Una relación sin pasión
De acuerdo con Núria Tiburcio, autora de una biografía no autorizada de la infanta Elena, la relación de la pareja nunca fue pasional. Elena apreciaba a Jaime como una persona divertida y seductora, pero nunca llegó a enamorarse profundamente de él en un sentido físico. Esta falta de conexión pasional contribuyó a la tensión creciente entre ellos. Además, la relación entre Jaime de Marichalar y el rey Juan Carlos I también influyó en la dinámica de la pareja. El emérito no veía con buenos ojos a Jaime, al igual que sucedió con la reina Letizia en su momento. Esta desaprobación por parte del ex monarca reforzó la distancia entre la infanta Elena y su entonces esposo.
Elena: una mujer de convicciones y lealtades firmes
A pesar de su separación, la infanta Elena mantuvo una visión tradicional del matrimonio y de su compromiso religioso. Según Pilar Eyre, “Delante de los ojos de Dios, Elena está casada con Jaime, lo que le impide, dado su acendrado catolicismo, tener relaciones con otro hombre. Profundamente religiosa, no se identifica con la extravagante espiritualidad de su madre”, por lo que se ha mantenido fiel a su compromiso matrimonial, incluso después del divorcio. En su vida posterior a la separación, la infanta Elena no ha sido una persona que busque activamente la compañía de un compañero. Aunque a veces se la ha visto sola, no es una persona apasionada que sienta la necesidad de compartir sus noches con un hombre. Su enfoque se ha mantenido en su familia y en sus propias convicciones.