Hace ya muchos años que la sociedad española es muy consciente de que una cosa es la imagen que se vende desde la casa real de la familia real y no está muy bien es todo lo que sucede dentro de la familia real, entre otras cosas porque, como ocurre en tantas otras casas reales en Europa, las relaciones no es que sean precisamente tan amistosas como se hace creer.
En este sentido, no es que sea precisamente ningún secreto que la figura de Letizia ha sido una de las que más polémica ha generado dentro de Zarzuela, entre otras cosas porque, como bien saben los que han seguido las noticias de la casa real desde hace ya muchos años, la hoy reina nunca fue bien vista ni por sus suegros ni por sus cuñadas, que intentaron torpedear la relación desde el inicio con el entonces príncipe Felipe.
Letizia sabía que había un topo
Consciente de que no estaba precisamente en un ambiente en el que se sintiera querida y respetada, Letizia tuvo que lidiar en muchas ocasiones con diferentes dificultades con su familia política.
Y lo hizo hasta el punto que, tal y como apunta su primo David Rocasolano en un libro que publicó en 2013 llamado Adiós Princesa, Ortiz, sospechando que había alguno de los miembros de su familia política que estaba pasando información a la prensa, dejó caer en una reunión familiar que el bebé que estaba esperando, Leonor, “Será niño y se llamará Pelayo”, una información falsa que al cabo de unos días apareció en lo medios de comunicación, haciendo evidente que las sospechas de Ortiz no eran infundadas.
De todos los posibles sospechosos que tenía entonces Leticia en mente, el que más encajaba con sus sospechas era Iñaki Urdangarin, una figura con la que nunca tuvo un buen feeling y que, como comprobó posteriormente, siempre había jugado en su contra.
Por suerte para Letizia, ahora la inmensa mayoría de los miembros de su familia política están ya muy lejos tanto de la Zarzuela como de su día a día, aunque eso no significa que las tensiones en algunas reuniones familiares no sigan siendo evidentes.