Después de todos los rollos legales y polémicas que rodearon al rey emérito Juan Carlos I por fraude fiscal, Felipe VI decidió hacer borrón y cuenta nueva, renunciando públicamente a la fortuna millonaria de su padre. No quería dinero conseguido con malas artes. Era un paso más de los reyes actuales en su misión de darle un buen lavado de cara a la corona. De hecho, en aquel momento incluso hicieron públicas sus cuentas. Era la primera vez en la historia que un Jefe de Estado español se pone tan transparente.
Lo que no contó Felipe es que, aunque no le haga gracia el dinero de su padre, le pertenece una tercera parte del dinero de Juan Carlos sin que pueda negarse. El monarca renunció a la herencia directa del emérito, pero la ley tiene sus propias reglas y le deja la llamada legítima, esa porción de bienes a la que o se puede renunciar.
Felipe VI no puede renunciar a la herencia de su padre
Según el Código Civil, la legítima es esa parte reservada por ley a los herederos forzosos, que en este caso son los hijos y descendientes. Esto significa que a Felipe le pertenecen unos 666 millones de euros de los dos mil que tiene Juan Carlos I. Es muy fácil decir que renuncia a la herencia a sabiendas de que la ley se lo prohíbe.
Así que, aunque Felipe VI quiera ser el rey más desligado de la herencia paterna, tiene un cheque millonario esperándolo en el futuro. Si realmente no quiere el dinero, desde aquí le damos algunos consejos: puede dedicarlo a la beneficencia, a investigación médica, a las familias más vulnerables o incluso darlo a la enseñanza o a la seguridad social, que falta les hace. La hipocresía se hará patente si no lo hace…