Detrás del brillo y la majestuosidad de la Casa Real yace una realidad más compleja, donde los tormentos y traumas han dejado huella en la nueva generación. Juan Urdangarin, hijo de la infanta Cristina y del anteriormente respetado Iñaki Urdangarin, enfrentó episodios humillantes en su niñez que revelan un pasado tumultuoso, marcando su vida con cicatrices difíciles de borrar.
Las vivencias de los hijos de la infanta Cristina distan de parecer un cuento de hadas. Pilar Eyre expone los hechos traumáticos que marcaron profundamente la vida de los Urdangarin tras el estallido del caso Nóos y el consiguiente encarcelamiento de su padre. "Antes del caso Nóos tuvieron una infancia feliz, yo los he visto en bicicleta por Barcelona, Iñaki llevando a su hija en la barra y los tres chicos detrás. También a la salida del colegio, en el parque… Precisamente en el parque Santa Amèlia veía cómo se iluminaba el rostro de la infanta cuando aparecía su marido a media tarde para buscarlos”, reveló la cronista. “Las fiestas de cumpleaños con payasos, magos, karaokes, eran muy populares, la casa de Pedralbes siempre estaba llena de niños, si era verano se bañaban en la piscina, si era invierno estaban en la sala de cine…", agregó.
Humillación pública: el trauma de Juan Urdangarin en una panadería
No obstante, el caso Nóos trastocó la vida de los Urdangarin, incluso en su tranquilo entorno catalán. Un incidente tenso dejó una huella profunda en Juan y Pablo, delineando el trauma de su infancia: “Todo cambió: Iñaki iba con sus dos hijos mayores cuando entró en la panadería del paseo Bonanova donde les gritaron ‘cuidado con los bolsos’”. Fue un momento difícil. Los clientes del local, al ver a Iñaki, quien estaba implicado en un caso de corrupción, lo tacharon de ladrón ante la mirada atónita de sus hijos, entonces de 10 y 11 años, quienes terminaron llorando. Debido a esto, Juan necesitó apoyo psicológico y, hasta el día de hoy, 12 años después, es un adulto introvertido, retraído y fumador. Su ausencia en la fiesta de los 18 años de Leonor sin más justificación que alejarse de la Corona es un indicio de su distancia.
El impacto del caso Nóos en la vida de los Urdangarin
Eyre destaca que el hostigamiento hacia los Urdangarin no se limitó a Barcelona: "En las reuniones de padres en el colegio también se dieron situaciones incómodas y al final los niños dejaron de salir a la calle para que no les increparan, no los periodistas, sino los ciudadanos corrientes. Por desesperación, para evitar problemas, decidieron irse a Washington, pero en el colegio francés al que acudían también había españoles y les hicieron mobbing, hasta el punto de que los niños necesitaron ayuda profesional". A pesar de que Pablo logró superarlo con su personalidad, dedicándose al deporte y con confianza en sí mismo, Miguel, el tercer hermano, también se vio afectado por el caso Nóos y decidió buscar anonimato en Londres, siguiendo el camino de Juan.
De este modo, los cuatro hijos se dividen en dos polos opuestos: Miguel y Juan heredaron la serenidad introvertida de su madre, son reservados, precavidos y muy sensibles. En cambio, Pablo e Irene reflejan el espíritu desenfadado de su padre, son alegres y desinhibidos. Curiosamente, ninguno de ellos mantiene contacto con sus primas, Leonor y Sofía.