A pesar de todos los altibajos, Carolina de Mónaco ha demostrado ser una mujer fuerte y resiliente. Aunque se ha retirado del foco mediático, su legado como ícono de estilo y su papel en la realeza persisten. Los oscuros episodios que han marcado su vida son tabú en Montecarlo, pero no podemos negar que Carolina ha enfrentado grandes desafíos con valentía. La historia de esta princesa nos recuerda que incluso las figuras de la realeza no están exentas de las dificultades y tragedias de la vida.
Carolina de Mónaco es una princesa que nunca pasó desapercibida. En los años 80 era una de las figuras más influyentes de Europa. Su belleza y su estilo impecable la convertían en un verdadero ícono de la moda. Pero a medida que pasaron los años, Carolina se fue retirando del ojo público debido a una serie de escándalos que aglutinaban infidelidades, problemas con el alcohol y la trágica muerte de su gran amor. La supuesta maldición de los Grimaldi se ha cebado con Carolina.
La maldición de los Grimaldi se ceba con Carolina de Mónaco
En su juventud, Carolina de Mónaco conquistó los corazones de muchos hombres, pero solo tenía ojos para Phillipe Junot, quien se convirtió en su primer esposo el 29 de junio de 1978. Carolina tenía 21 años mientras que Junot ya contaba con 38 primaveras. Aunque sus padres, Rainiero y Grace Kelly, se oponían a esta unión, al final tuvieron que aceptar la decisión de su hija. Sin embargo, este matrimonio estaba destinado al fracaso. Resulta que Junot era todo un "Playboy" de la época y le fue infiel a Carolina en múltiples ocasiones. Pero fue en julio de 1980 cuando el escándalo de las infidelidades de Phillipe Junot salió a la luz pública, al publicarse una serie de imágenes comprometedoras junto a una hermosa mujer llamada Giannina Faccio.
Después de estas decepciones amorosas, Carolina de Mónaco decidió probar suerte en el mundo de las celebridades. Tuvo romances con Roberto Rossellini, hijo de la famosa actriz de HollywoodIngrid Bergman y amigo cercano de Grace Kelly, así como con el tenista GuillermoVilas. Sin embargo, el destino le tenía reservado su verdadero gran amor: Stéfano Casiraghi, su segundo esposo y padre de sus tres hijos mayores: Andrea, Carlota y Pierre. Carolina y Stéfano vivían un romance de ensueño y juntos formaban una familia perfecta.
Alcohol, infidelidades y muerte: parece una serie de Netflix
Pero un trágico accidente náutico cambió todo. El 3 de octubre de 1990, mientras Stéfano competía en una carrera de lanchas deportivas, perdió la vida. La princesa Carolina quedó sumida en un profundo dolor y decidió huir del Palacio Grimaldi. Se refugió en Saint-Rémy-de-Provence, lejos de la vida mediática que alimentaba la supuesta maldición Grimaldi. La que afirmaba que ninguno de los miembros de la familia podía ser feliz en el matrimonio.
Pero los problemas no terminaron ahí. A mediados de la década de los 90, Carolina de Mónaco sufrió una crisis nerviosa que resultó en la pérdida total de su cabello. ¿La causa? Se filtró que había iniciado un romance con Ernesto de Hannover, quien aún estaba casado con una de sus mejores amigas, Chantal Hochuli.
En 1999, Carolina y Ernesto se casaron y tuvieron una hija llamada Alexandra. Pero su relación no fue un cuento de hadas. Los excesos del príncipe de Hannover, su consumo excesivo de alcohol y sus apuestas derivaron en su separación 2008. Aunque nunca formalizaron el divorcio.