Cristina de Borbón ha experimentado una notable transformación en su vida. Parece haber dejado atrás completamente a Iñaki Urdangarin, mostrando una nueva faceta de sí misma. Ha buscado ayuda psicológica para superar el difícil proceso que vivió. La infanta, hija de Juan Carlos I, estaba profundamente enamorada de su esposo, sacrificando incluso su posición real por él. Sin embargo, tras la dolorosa revelación de su infidelidad pública, se sintió humillada y traicionada, experimentando emociones inesperadas dado su amor y entrega hacia él. La situación de su relación ya mostraba señales de deterioro, aunque ella mantenía la esperanza de que todo podría solucionarse mediante la comunicación antes de llegar a la traición.
La infanta guardaba resentimientos y se mostraba reacia a conceder facilidades a Iñaki Urdangarin, rechazando de plano las exigencias de divorcio que él planteaba. Sin embargo, para poner fin al sufrimiento prolongado, finalmente cedió a la mayoría de sus demandas, imponiendo también algunas condiciones propias que no han trascendido públicamente. Según Juan Luis Galiacho, ya se ha efectuado un primer pago de un millón de euros, quedando pendiente otro que se realizaría al cerrar el acuerdo de divorcio. Además, su asignación mensual pasaría de 6.000 a 25.000 euros, siendo cubiertos estos gastos por Juan Carlos I, dado que resultaría difícil para la infanta hacerles frente por sus propios medios.
La estrategia de infidelidad de Iñaki Urdangarin, tanto con Ainhoa Armentia como con Cristina de Borbón, sigue un patrón similar. El exduque de Palma fue infiel a la infanta con la abogada, pero también lo había sido anteriormente con Carme Camí, la hermana de Felipe VI, más de dos décadas atrás. Su relación clandestina con la hija de Juan Carlos I se remonta a finales de los años 90, cuando se conocieron en los Juegos Olímpicos de Atlanta. A pesar de ello, no rompió su relación con su pareja en aquel momento.
Iñaki buscaba a una mujer más fogosa
Juan Carlos I nunca vio con buenos ojos a Iñaki Urdangarin. Su origen plebeyo y su fama deportiva no encajaban con la discreta imagen de la corona. Además, siempre tuvo dudas sobre su fidelidad hacia Cristina, sospechas que lamentablemente se confirmaron con el tiempo. Percibía en él un aura seductora y atractiva, algo que le recordaba a sí mismo. Efectivamente, el exduque de Palma demostró tener un gran poder de seducción y atracción hacia las mujeres.
Sin embargo, desde que ingresó en prisión, la relación entre Iñaki y Cristina se ha enfriado considerablemente. Él es una persona apasionada, con un alto deseo sexual, mientras que para ella, el aspecto sexual no ocupa un lugar destacado en la relación. Al igual que su madre, es profundamente religiosa y veía las relaciones íntimas más como un medio para concebir hijos que como una fuente de placer. Esta diferencia en la percepción del sexo fue uno de los principales motivos de conflicto en su matrimonio. Iñaki encontró en Ainhoa una pareja más compatible en este aspecto, alguien que compartía sus mismas pasiones y deseos por experimentar y explorar nuevas experiencias.